miércoles, octubre 10, 2007

Y de nuevo, el ausente

Misha Gordin

Tu ausencia había vuelto a ti y, con ello, a mí. No me mirabas a los ojos y yo no lograba adivinar por qué. Quería creer que al menos lo hacías tras los cristales, pero mi yo más caótico, el que era capaz de entrar en una profunda espiral con tal de seguir engañándose a sí mismo, terminaba siendo vencido por el más racional, que no hacía más que repetirse que no debía creerse nada. Tampoco escribías con tinta bajo mi piel, sobre mi alma. Y, de nuevo, yo me rompía la piel en mil pedazos por intentar emborronarla con tus palabras. Parecía no importarme sangrar. Sólo quería que tú fueras consciente del daño que tu ausencia me hacía. Aunque lo cierto era que sí me importaba el color carmesí. Me importaba porque sólo significaba algo: que ya era imposible deshacerme de tu sombra, que ya era incapaz de vivir sin ti, aunque fuera con el ausente.

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